Este refrán lo he oído mucho en mi casa.
La historia de esta fotografía es curiosa, aunque es el paradigma que define el dicho. La misma tarde del día que compré mi actual cámara reflex (Canon EOS 50D) me subí a la azotea de mi casa con ella, el libro de instrucciones y todos los cristales de que disponía entonces, es decir, dos: el que venía con la cámara (Canon EF-S 17-85 f/4-5,6 IS-USM) y el telezoom (Canon EF100-300 f/4,5-5,6 USM) para empezar a ver si realmente valía lo que costó. No penséis que después de gastarme la pasta que me gasté en la cámara iba a decir que no era así.
Las vistas sobre el centro de Alcalá de Henares desde aquella azotea que siempre echaré de menos son estupendas: los tejados, la Catedral, los nidos de cigüeñas... y sirvieron para plasmar mis primeras fotos con el nuevo juguete. Estaba a punto de quitar el telezoom y bajarme a casa cuando vi que por el este la luna llena ya empezaba a subir, me apoyé en la baranda de ladrillo, miré por el visor y allí estaba: gorda y oronda sobre nubes rojizas del atardecer. Disparé alguna foto y de repente entraron en cuadro las garzas que amablemente se interpusieron entre mi y el redondel, pero rozándolo casi en tangente.
La historia de esta fotografía es curiosa, aunque es el paradigma que define el dicho. La misma tarde del día que compré mi actual cámara reflex (Canon EOS 50D) me subí a la azotea de mi casa con ella, el libro de instrucciones y todos los cristales de que disponía entonces, es decir, dos: el que venía con la cámara (Canon EF-S 17-85 f/4-5,6 IS-USM) y el telezoom (Canon EF100-300 f/4,5-5,6 USM) para empezar a ver si realmente valía lo que costó. No penséis que después de gastarme la pasta que me gasté en la cámara iba a decir que no era así.
Las vistas sobre el centro de Alcalá de Henares desde aquella azotea que siempre echaré de menos son estupendas: los tejados, la Catedral, los nidos de cigüeñas... y sirvieron para plasmar mis primeras fotos con el nuevo juguete. Estaba a punto de quitar el telezoom y bajarme a casa cuando vi que por el este la luna llena ya empezaba a subir, me apoyé en la baranda de ladrillo, miré por el visor y allí estaba: gorda y oronda sobre nubes rojizas del atardecer. Disparé alguna foto y de repente entraron en cuadro las garzas que amablemente se interpusieron entre mi y el redondel, pero rozándolo casi en tangente.
ISO 100; 1/320s; 300mm f/5,6 |
En ese momento pensé que la cámara valía lo que costó, porque si traía oportunidades como esa de serie acabaría currando en National Geographic.
Todavía no conocía bien los controles de la cámara, ni el objetivo es úna maravilla en nitidez (está totalmente descatalogado por Canon) pero da igual: lo importante es estar en el sitio adecuado, en el momento adecuado con la cámara adecuada y el objetivo más adecuado.
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