Antes que nada debo decir que el título no es obra mía: se lo debo a Miguel, compañero de trabajo.
Mi especialidad fotográfica -si tuviera alguna- no es la denuncia social, ni mucho menos. Es más: tuve la oportunidad de sacar esta foto desde la comodidad de mi salón al asomarme a la ventana por lo que no tuve que viajar a países en guerra o explorar peligrosos barrios marginales; ni siquiera tuve que abrir la puerta de mi casa.
Esta situación general cada vez más deprimente me lleva a publicarla en el blog.
Mi especialidad fotográfica -si tuviera alguna- no es la denuncia social, ni mucho menos. Es más: tuve la oportunidad de sacar esta foto desde la comodidad de mi salón al asomarme a la ventana por lo que no tuve que viajar a países en guerra o explorar peligrosos barrios marginales; ni siquiera tuve que abrir la puerta de mi casa.
Esta situación general cada vez más deprimente me lleva a publicarla en el blog.
Ahora una historia del Abuelo Cebolleta que no sé si viene a cuento, pero palabrita del Niño Jesús que es verdad de la buena:
Corría el año 1996 y salía junto con un compañero de trabajo por la boca del metro de Callao, esquina Gran Vía, camino de la FNAC. Llevábamos traje y corbata.
Por aquel entonces había instalada una joyería justo al lado y sentado en su puerta un indigente disfrazado de mimo, o no sé si un mimo disfrazado de indigente. Lo digo porque todo era ropa andrajosa y la cara maquillada de blanco podían decir lo uno o lo otro. Un gatito se acurrucaba a su lado y el sombrero en el suelo tenía unas pesetas. Todo ello enmarcado por la joyería.
- ¡Qué rabia no llevar la cámara encima!, ¡menuda foto! - le dije a César, mi compañero.
Indicar que estábamos en 1996 y que entonces no estaba al alcance de cualquiera que tuviera un teléfono móvil el sacar una foto. Ni siquiera tenía teléfono móvil y el primero que tuve capaz de sacar fotos cayó en mis manos hace más bien poco. La única opción hubiera sido acarrear mi venerable Pentax P30N.
Dos o tres domingos más tarde esa misma imagen era la portada de un reportaje de El País Dominical sobre la mendicidad (no el semanal, sino un suplemento interior del mismo periódico).
La foto la firmaba Gorka Lejarcegi.
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