Esta es la primera entrada del blog en la que no incluyo foto alguna.
Comienzo 2018 protestando. Y mucho.
Ayer tuve el placer de visitar el Museo del Prado con mis hijas. Quizás sea un patriotero de tres al cuarto, pero si de algo me siento orgulloso como español es de tener en Madrid al campeón del mundo en museos de arte, especialidad pintura... estaría bien hacer una caravana triunfal por el centro de la ciudad para celebrarlo, aunque sería complicado que los componentes del equipo se subieran a un autobús descapotable.
Reconozco que no soy visitante muy habitual, ni poco habitual: hace tantos años que lo visité por última vez que me avergüenza decirlo, y menos escribirlo; quizás se deba a mi visión de Madrid como ciudad poco amable para vivir, y de la que no hago un balance muy positivo de mis años de estudios y primeros empleos, lo que me ha convertido en un autoexiliado.
Me gustó lo nuevo que encontré: vi que el museo es un espacio cultural bastante parecido a lo que he visto cuando he salido por alguna ciudad europea, y es que hasta ayer tenía recuerdos más recientes e incluso en algunos casos más frecuentes del British Museum o del museo de Orsay que de nuestro Prado.
Comentada mi inexperiencia en los museos de Madrid podréis suponer que mi protesta viene por la prohibición de hacer fotos en el museo. Y así es. En las galerías hay unas cuantas funcionarias con bastantes trienios en su expediente cuya única misión es amargar la vida a las personas que van con cámara. No a las que llevan teléfono móvil con cámara, no, que eso supondría dar por saco a todos los visitantes del museo y eso ya es trabajar, solamente a los desgraciados que, como yo, pueden cometer el vandálico acto de tomar una imagen dentro del museo potencialmente con mayor calidad que la del resto de los mortales.
Y es que ya iba advertido desde la entrada después de pagar ¡15€! por acceder a un museo mantenido con mis impuestos (2.500 pelas, llamadme viejuno pero mi estándar de poder adquisitivo sigue siendo la pela tras el engaño inflacionista que sufrimos por la llegada del euro) donde me informaron que nada de fotos incluso sin flash. Acababa de afotar la estatua exterior del bueno de Goya, y llevaba la cámara colgada en la muñeca tras pasar los reglamentarios escáneres antiterroristas, pero hete aquí que la pantalla continuaba encendida (a veces pasa si se selecciona en el modo de visualización mediante la pulsación de un botón) y ese hecho fue detectado por el agudísimo ojo de la funcionaria con trienios uniformada de zona.
- No se pueden hacer fotos- Me dijo cuando todavía me faltaban unos metros para llegar a su altura. Su sofisticado sentido de detección de cámaras encendidas había activado la alarma correspondiente. Yo no era consciente de que la pantalla continuaba conectada y eso ponía en mi frente el cartel de delincuente en ciernes.
- ¡Ah! No me había dado cuenta de que está la pantalla encendida. - Debía de tener el cartel bastante nítido en mi cara ya que la expresión de condescendencia de la veterana funcionaria decía claramente "ya, ya, a mi con esas..." que las pantallas de los teléfonos móviles de decenas de personas en el museo también se encendieran no era motivo de amonestación. La verdad es que casi me hizo un favor porque la batería se habría gastado en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco, aunque no duró mucho más.
Al ir con niñas dosificamos la visita sin darlas un atracón de arte difícil de digerir, así que nos movimos por el museo a su antojo no sin visitar varias de sus obras maestras. Mi hija mayor iba marcando en un folleto las que íbamos viendo para pasárselo por la cara a su maestra el lunes que viene y la pequeña quería ver la Anunciación de Fra Angelico porque el ángel aparecía en el ticket de su entrada y el "Parque" (sic) de las delicias de El Bosco en cuya sala fue amonestada por poner su manaza de niña de cinco años sobre el grueso cristal que protege la mesa de Los pecados capitales del mismo autor.
Ya pensando en salir pasamos por delante de El paso de la laguna Estigia, de Patinir, realmente otra obra maestra desconocida para mi y que me encantó como aficionado a fotografiar paisajes. Al estar en la lista del folleto de mi hija mayor paramos unos momentos y mientras ella miraba el cuadro, casi inconscientemente pulsé el botón de encendido de la cámara para que saliera del modo ahorro de energía esperando que diera señales de vida, como quien hace clic al boli que se lleva en la mano; al no "despertarse" cometí la osadía de hacer el gesto de intentar mirar por el visor con el objetivo apuntando al suelo para ver si se había agotado batería. Lo suelo hacer bastante.
Pero ahí estaba el águila arpía al acecho. Atacó desde bastante lejos, demostrando su adaptación al medio, no dudó en lanzar su acometida al ver a un trofeo tan fácil de cobrar: con cámara y haciendo el ademán de mirar por el visor era una presa de libro.
- ¡Nada de fotos!¡nada de fotos!- Creo que simplemente hice el gesto de inclinar la cabeza hacia el visor y al levantarla ya se acercaba hacia mi. Lo que no esperaba es que una captura tan fácil como era yo sobre el papel se defendiera como lo hice:
- ¡QUE NO ESTOY HACIENDO FOTOS! ¡ESTOY MIRANDO SI LA CÁMARA TIENE BATERÍA Y ESTOY ENFOCANDO HACIA EL SUELO! - La arpía hizo una rectificación en su estrategia y optó por la explicación con tono más medido.
- Es que si los demás le ven así pueden pensar que se puede hacer fotos.
-¡ME DA IGUAL LO QUE PIENSEN LOS DEMÁS, YO NO ESTOY HACIENDO FOTOS!¡ESTOY HARTO DE SER SOSPECHOSO POR LLEVAR CÁMARA CUANDO TODO EL MUNDO LLEVA ENCIMA EL MÓVIL Y HASTA HAY GENTE QUE DISPARA CON FLASH!- Ante esta defensa panza arriba la rapaz optó por volver a su posadero teniendo en cuenta que había algún otro visitante que empezaba a mostrar su apoyo para mi causa.
Y aquí finaliza mi relato de los hechos, Señoría.
Aunque ante estos casos siempre me surgen las mismas preguntas:
Comienzo 2018 protestando. Y mucho.
Ayer tuve el placer de visitar el Museo del Prado con mis hijas. Quizás sea un patriotero de tres al cuarto, pero si de algo me siento orgulloso como español es de tener en Madrid al campeón del mundo en museos de arte, especialidad pintura... estaría bien hacer una caravana triunfal por el centro de la ciudad para celebrarlo, aunque sería complicado que los componentes del equipo se subieran a un autobús descapotable.
Reconozco que no soy visitante muy habitual, ni poco habitual: hace tantos años que lo visité por última vez que me avergüenza decirlo, y menos escribirlo; quizás se deba a mi visión de Madrid como ciudad poco amable para vivir, y de la que no hago un balance muy positivo de mis años de estudios y primeros empleos, lo que me ha convertido en un autoexiliado.
Me gustó lo nuevo que encontré: vi que el museo es un espacio cultural bastante parecido a lo que he visto cuando he salido por alguna ciudad europea, y es que hasta ayer tenía recuerdos más recientes e incluso en algunos casos más frecuentes del British Museum o del museo de Orsay que de nuestro Prado.
Comentada mi inexperiencia en los museos de Madrid podréis suponer que mi protesta viene por la prohibición de hacer fotos en el museo. Y así es. En las galerías hay unas cuantas funcionarias con bastantes trienios en su expediente cuya única misión es amargar la vida a las personas que van con cámara. No a las que llevan teléfono móvil con cámara, no, que eso supondría dar por saco a todos los visitantes del museo y eso ya es trabajar, solamente a los desgraciados que, como yo, pueden cometer el vandálico acto de tomar una imagen dentro del museo potencialmente con mayor calidad que la del resto de los mortales.
Y es que ya iba advertido desde la entrada después de pagar ¡15€! por acceder a un museo mantenido con mis impuestos (2.500 pelas, llamadme viejuno pero mi estándar de poder adquisitivo sigue siendo la pela tras el engaño inflacionista que sufrimos por la llegada del euro) donde me informaron que nada de fotos incluso sin flash. Acababa de afotar la estatua exterior del bueno de Goya, y llevaba la cámara colgada en la muñeca tras pasar los reglamentarios escáneres antiterroristas, pero hete aquí que la pantalla continuaba encendida (a veces pasa si se selecciona en el modo de visualización mediante la pulsación de un botón) y ese hecho fue detectado por el agudísimo ojo de la funcionaria con trienios uniformada de zona.
- No se pueden hacer fotos- Me dijo cuando todavía me faltaban unos metros para llegar a su altura. Su sofisticado sentido de detección de cámaras encendidas había activado la alarma correspondiente. Yo no era consciente de que la pantalla continuaba conectada y eso ponía en mi frente el cartel de delincuente en ciernes.
- ¡Ah! No me había dado cuenta de que está la pantalla encendida. - Debía de tener el cartel bastante nítido en mi cara ya que la expresión de condescendencia de la veterana funcionaria decía claramente "ya, ya, a mi con esas..." que las pantallas de los teléfonos móviles de decenas de personas en el museo también se encendieran no era motivo de amonestación. La verdad es que casi me hizo un favor porque la batería se habría gastado en menos tiempo del que tarda en persignarse un cura loco, aunque no duró mucho más.
Al ir con niñas dosificamos la visita sin darlas un atracón de arte difícil de digerir, así que nos movimos por el museo a su antojo no sin visitar varias de sus obras maestras. Mi hija mayor iba marcando en un folleto las que íbamos viendo para pasárselo por la cara a su maestra el lunes que viene y la pequeña quería ver la Anunciación de Fra Angelico porque el ángel aparecía en el ticket de su entrada y el "Parque" (sic) de las delicias de El Bosco en cuya sala fue amonestada por poner su manaza de niña de cinco años sobre el grueso cristal que protege la mesa de Los pecados capitales del mismo autor.
Ya pensando en salir pasamos por delante de El paso de la laguna Estigia, de Patinir, realmente otra obra maestra desconocida para mi y que me encantó como aficionado a fotografiar paisajes. Al estar en la lista del folleto de mi hija mayor paramos unos momentos y mientras ella miraba el cuadro, casi inconscientemente pulsé el botón de encendido de la cámara para que saliera del modo ahorro de energía esperando que diera señales de vida, como quien hace clic al boli que se lleva en la mano; al no "despertarse" cometí la osadía de hacer el gesto de intentar mirar por el visor con el objetivo apuntando al suelo para ver si se había agotado batería. Lo suelo hacer bastante.
Pero ahí estaba el águila arpía al acecho. Atacó desde bastante lejos, demostrando su adaptación al medio, no dudó en lanzar su acometida al ver a un trofeo tan fácil de cobrar: con cámara y haciendo el ademán de mirar por el visor era una presa de libro.
- ¡Nada de fotos!¡nada de fotos!- Creo que simplemente hice el gesto de inclinar la cabeza hacia el visor y al levantarla ya se acercaba hacia mi. Lo que no esperaba es que una captura tan fácil como era yo sobre el papel se defendiera como lo hice:
- ¡QUE NO ESTOY HACIENDO FOTOS! ¡ESTOY MIRANDO SI LA CÁMARA TIENE BATERÍA Y ESTOY ENFOCANDO HACIA EL SUELO! - La arpía hizo una rectificación en su estrategia y optó por la explicación con tono más medido.
- Es que si los demás le ven así pueden pensar que se puede hacer fotos.
-¡ME DA IGUAL LO QUE PIENSEN LOS DEMÁS, YO NO ESTOY HACIENDO FOTOS!¡ESTOY HARTO DE SER SOSPECHOSO POR LLEVAR CÁMARA CUANDO TODO EL MUNDO LLEVA ENCIMA EL MÓVIL Y HASTA HAY GENTE QUE DISPARA CON FLASH!- Ante esta defensa panza arriba la rapaz optó por volver a su posadero teniendo en cuenta que había algún otro visitante que empezaba a mostrar su apoyo para mi causa.
Y aquí finaliza mi relato de los hechos, Señoría.
Aunque ante estos casos siempre me surgen las mismas preguntas:
- ¿Quién es el lumbreras que decide lo de prohibir hacer fotos de ningún tipo a los visitantes?
- ¿Cuáles son las razones que lo llevan a tomar tal decisión? Porque si el motivo es que pasemos por caja a comprarnos la reproducción oficial...
- ¿...no he pagado suficiente todos los meses con el IRPF descontado de mi nómina, el IVA de todo lo que compro, más las dos mil quinientas pelas de la entrada como para llevarme a casa alguna estampa tomada por mi?
- ¿De verdad se está pagando un sueldo a varios funcionarios para vigilar esto? Vale que cuiden la integridad de las obras de arte, pero que hagan de esto su objetivo laboral...
- ¿Derechos de autor?¿de las Meninas? Váyanse a la mierda.
Me parece genial, tu crónica y tu alegato. Sigue pareciéndome absurdo el tema de prohibir hacer fotos (aunque sin false) en los Museo españoles. Eso ya no se ve por el resto del mundo civilizado.
ResponderEliminarHe querido decir "aunque sea sin flash"
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