Soy un recién llegado a la astrofotografía. Siempre suelo contar que cuando gané mis primeras pelas para gastar en una afición dudaba entre un telescopio o una bici de carreras, como se llamaban entonces. Mi decisión fue la bici y nunca me he arrepentido: los miles de kilómetros que he hecho con ella los he disfrutado tanto o más como ahora disfruto del telescopio y la cámara.
Pero ese tiempo perdido se recupera si tienes buenos y experimentados maestros a tu lado que te aconsejan sobre técnica, material y objetos a fotografiar y Leo lo fue. El contacto que mantuvimos durante dos años consistió básicamente en quedar con nuestros cacharros una vez al mes a lo sumo cada luna nueva, ocasiones en las que su disposición a la ayuda y el consejo junto con su derroche de conocimientos sobre el cielo me asombraban cada vez más. Su socarronería con el otro cincuenta por ciento del grupo que se dedica a observar -"vuelve al lado oscuro", decía- mantenía el nivel de moral ante las bajas temperaturas.
Precisamente en la última salida astronómica a la que él no acudió comentábamos su enciclopédico conocimiento sobre los objetos del firmamento: sabía apuntar un Dobson -un tipo de telescopio con óptica de espejos- manualmente casi como si los demás usáramos un controlador automático.
No sabíamos que ya estaba en la espiral que le llevó al fatal desenlace.
Fueron dos llamadas: una para informarme de que estaba muy enfermo y otra unos pocos días después para decirme que había fallecido.
Me consta que era un miembro muy apreciado de la Agrupación Astronómica de Madrid así como por sus colegas y compañeros de trabajo y estoy seguro de que su recuerdo no se perderá. Los que pasamos frío con él en esas noches de luna nueva hemos decidido poner su nombre al lugar en el que montábamos los equipos; siempre quiso tener un observatorio estable, quizás -eso no está en mi mano- en el futuro ahí haya algo más digno que el campo.
He estado mucho tiempo tratando de elegir mi mejor astrofotografía para dedicarla a su memoria pero he pensado que encaja mejor la primera que hice con un telescopio para así ser la primera en llevar su nombre al pie. Espero que haya muchas más.
Leo: mi gran pesar ha sido conocerte sólo desde hace un par de años y no haber disfrutado tanto como hubiera querido de tu sabiduría y amistad; aún así dejas el hueco del amigo de la infancia que nos deja para siempre.
Descansa en paz.
Comentarios
Publicar un comentario